Remontando
al origen, San Valentín era un sacerdote que hacia el siglo III ejercía en
Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración
de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia
eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras. El sacerdote que no
comulgo con este decreto y haciendo proselitismo a favor del cristianismo;
enfrento al emperador argumentando que la prohibición era injusta. El
emperador, lo mando apresar, que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de Febrero
del año 270.
En la
actualidad, ante una crisis de valores personales, no se tiene claramente
definidos los roles que se llevan en una relación sentimental, no se definen
los sentimientos hacia o de una persona, mucho menos el compromiso que se le
debe a la misma. Todo tan fácil como declararse “amigovios”, “Waifa”, “pareja” o lo que sea, y se depositan
en la otra persona todas las ilusiones, sentimientos y compromisos. Nos estamos
familiarizando con el divorcio y con la separación de jóvenes matrimonios que
ya se nos olvida (para nosotros los cristianos, el sacramento del matrimonio es
de por vida) que la unión es para perfeccionar al individuo.
Mas aun,
muchos jóvenes ya no quieren “atarse” o sentir el yugo del matrimonio, solo
“vivir libres con la pareja en turno y si nos va bien, luego veremos”. Posición
tan falsa como egoísta, ya que se sustenta en vidas independientes, sin
compromisos y sin enraizar el vínculo familiar.
La realidad
humana requiere del amor (amar y ser amado) para lograr la plenitud o
felicidad, sin menospreciar el amor filial (padres, hermanos y demás
familiares, incluso de los hijos), la pareja debe de mimarse en cada instante
del día, no debe de esperar a que pase el 14 de febrero para demostrar el
afecto por su contraparte, llámese media naranja, toronja o sandia, ese amor se
debe de manifestar día a día, con un beso, con un detalle o con la paciencia de
alivianar la carga del otro, es vital
para que florezca e irradie esa felicidad que no se puede ocultar. Ese diario
acontecer fortalece 3 pilares que sostienen la familia y hacen solida la
relación entre ambos: Fe, Esperanza y Amor. Esta combinación hace fácil de
diluir los problemas más complejos, minimizar toda injuria o duda respecto al
ser amado, es el sostén y cimiento en el que se edifica la sociedad.
Dejemos el
superfluo mercadeo de obsequios, demos una caricia positiva todos los días y
cada momento que podamos expresar el amor hacia los seres que amamos; hagamos
de este un mundo mejor, dando lo mejor de nosotros y demostrando lo feliz que
nos vuelven las personas que están en nuestro entorno. El amor se construye día
a día, ni se agota o se termina, solo se descuida y se olvida. El amor es una fuerza que mueve a
comprometerse, lleva al compromiso con el prójimo y de este compromiso se
deriva el compromiso con el bien común de la sociedad y la patria.
El
compromiso se cristaliza en el participación, en las acciones concretas que
llevan a que nuestro mundo sea más humano y fraterno. No podemos desentendernos
de nuestro deber personal. Lo que afecte a los demás tarde o temprano nos
afectará, individual o colectivamente. Para avanzar hacia un futuro mejor para
todos, nuestro país necesita ciudadanos comprometidos, solidarios, involucrados
en proyectos al servicio del bien común, que dejen el egoísmo narcisista que el
consumismo impone, Amar duele, te expone y explota todo el ser, pero el no
amar, congela el corazón y lo deshumaniza; Tú decides, el futuro se gesta hoy, ¡el
amor no espera! Has un compromiso con tu felicidad.
A mi mis
timbres....
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La magia del
primer amor consiste en nuestra ignorancia de que pueda tener fin. Benjamín Disraeli
(Estadista Inglés)
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El amor
propio, al igual que el mecanismo de reproducción del género humano, es
necesario, nos causa placer y debemos ocultarlo. Voltaire (Escritor francés)
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Un hombre
que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado
nunca. Carl Gustav Jung (Psicólogo Suizo)
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